¿Para la vida diaria? ¡Así es! La Inteligencia Emocional es esencial en todos los aspectos de la vida. Recordemos que su objetivo principal es promover nuestro bienestar personal y social todos los días. Sin embargo, trabajar el bienestar implica también lidiar con lo opuesto: el malestar. Es natural experimentar emociones negativas como miedo, ira, tristeza, frustración, dolor, enfermedad o la pérdida de seres queridos. Si desarrollamos las habilidades emocionales necesarias, estaremos más preparados para enfrentar los desafíos que la vida nos presente. Una persona con una sólida Inteligencia Emocional disfrutará más cada momento y gestionará de manera efectiva sus emociones en tiempos difíciles, tomando decisiones adecuadas y actuando con determinación.
La inteligencia emocional no es una habilidad exclusiva de algunas personas ni está determinada por la genética, sino que todos tenemos la capacidad de desarrollarla. La clave está en dirigir nuestra atención hacia nuestro interior y ser conscientes de nuestras emociones y pensamientos, este es el primer paso para aprender a gestionar nuestras emociones a la hora de tomar decisiones y ponernos en acción.
Para integrar la Inteligencia Emocional en la vida cotidiana, es fundamental aprender técnicas de autoconocimiento y autoobservación como punto de partida. De esta manera, podremos gestionar mucho mejor lo que sentimos, reducir el estrés y la ansiedad, y fomentar la comunicación asertiva y la empatía, también hacia nosotros mismos.
Alcanzar un alto nivel de inteligencia emocional no solo resulta beneficioso a nivel personal, sino también en nuestro entorno, permitiéndonos resolver conflictos con las habilidades necesarias para disfrutar de una vida plena y, al mismo tiempo, mantener relaciones saludables.
¿Cómo podemos lograr esto? La aplicación de la Inteligencia Emocional en nuestra vida implica varios pasos que debemos seguir uno a uno con paciencia, constancia y mucha, mucha práctica.
Primer paso: Observar: ¿Qué siento? ¿Cómo me siento? Reconocer nuestras emociones es la base de la conciencia emocional y fundamental para nuestro proceso de crecimiento emocional. Es importante estar atentos a lo que sentimos. Aprender a observarnos y conocernos mejor, ya que, a pesar de estar todo el día con nosotros mismos, a veces nos cuesta identificar ciertas emociones o preferimos evitar hacerlo por temor a sentirnos mal. Además, las emociones suelen venir mezcladas y nos resulta difícil de distinguirlas. Por eso, es crucial aprender a observarnos con sinceridad y sin prejuicios para poder afrontar nuestras emociones. Nos equivocaremos muchas veces, pero eso es parte del proceso. Podemos emplear diversas técnicas, como llevar un diario de emociones o practicar ejercicios de relajación y concentración, para ser conscientes de nuestras emociones.
Segundo paso: Comprender: ¿Cómo nos afecta lo que estamos sintiendo? ¿Cómo impacta en nuestro entorno? ¿Cómo influyen las emociones en nosotros y cómo las circunstancias afectan nuestra forma de sentir? Existe una relación recíproca entre emociones y situaciones, se influyen mutuamente. Entender nuestra dimensión emocional es muy beneficioso. Porque cuando comprendemos que las emociones están para ayudarnos en la vida podremos entender el por qué experimentamos ansiedad, miedo, alegría, vergüenza, entre otros, y en qué contextos nos sucede. Así, podremos anticiparnos y utilizarlo como un medio que suavice una emoción más intensa.
El tercer paso: Gestionar: ¿Cómo gestionamos lo que estamos sintiendo? Aquí nos adentramos en el núcleo de la cuestión, ¿Cómo reaccionamos a lo que estamos sintiendo? Si logramos ser conscientes de nuestras emociones y entender cómo nos afectan y cuándo, esto nos ayudará a gestionar mucho mejor nuestras emociones en nuestra rutina diaria. En este punto, el término «gestionar» es fundamental. Otros términos como «controlar» no son apropiados, ya que implican que debemos evitar ciertas emociones a toda costa o incluso ocultarlas. Un ejemplo claro es el miedo. Si, por ejemplo, estamos a la espera de una entrevista de trabajo y nos proponemos evitar sentir miedo a toda costa, esto provocará el efecto contrario y generará aún más surgiendo la ansiedad. En cambio, si aceptamos la posibilidad de sentir miedo, esta sensación puede surgir, pero a un nivel más bajo, e incluso podemos aprovechar sus beneficios para mejorar nuestro desempeño, ya que nos permitirá movilizar nuestros recursos y hacer frente al acontecimiento.
En definitiva, a medida que seamos más conscientes de nuestras emociones, será más sencillo elegir nuestras acciones de manera más apropiada en cada situación, aprendiendo a utilizar nuestras emociones y sentimientos en nuestro beneficio. Con el tiempo, dejaremos de actuar de forma automática y seremos más conscientes de lo que sentimos y cómo nos afecta. En caso de cometer errores, algo común en medio del ajetreo diario, es importante ser compasivos con nosotros mismos. Lo fundamental es extraer lecciones de esas experiencias para mejorar nuestra gestión emocional gradualmente. No debemos culparnos por lo que sentimos, pero sí asumir la responsabilidad de nuestras acciones al respecto.
Tenemos dos vidas. La segunda empieza cuando nos damos cuenta de que solo tenemos una
PROPUESTA DE TRABAJO: La Inteligencia Emocional no solo mejora nuestro bienestar personal, sino también nuestras relaciones, permitiéndonos resolver conflictos y mantener relaciones saludables. Te propongo algunas ideas para mejorar tu Inteligencia Emocional en la rutina diaria:
- Expresa tus emociones durante el día para ganar perspectiva y aligerar tu carga emocional. Habla con alguien de confianza o emplea métodos creativos como escribir en tu diario de sentimientos.
- Cuida tu bienestar físico ya que la salud mental, emocional, espiritual y física están interconectadas. Dormir adecuadamente, hacer ejercicio, alimentarte conscientemente y mantenerte hidratado son fundamentales para tu bienestar. Diseña un plan de autocuidado con acciones concretas y alcanzables.
- Evalúa tus relaciones y elige aquellas que te aporten calma y bienestar. Rodéate de personas con las que puedas compartir tu vida y experiencias. Estas son tus personas vitales. Encuentra momentos para conectar con ellos.
- Establece límites saludables al identificar tus necesidades y aprender a defenderlas. Reconoce tus límites, hasta dónde puedes llegar y cómo hacerlo. Establecer límites es un acto de amor propio, de respeto y valoración hacia ti mismo.
- Dedica tiempo a ti mismo ya que eres una prioridad. La soledad puede ser una oportunidad para conocerte mejor, reflexionar y descansar. Encuentra momentos a lo largo del día para actividades como meditar, escuchar música y reflexionar con preguntas como ¿Cómo me siento? ¿Qué necesito? ¿Qué puedo hacer?
- Acepta tus errores al identificar la intención detrás de tus acciones para liberarte de la culpa y asumir la responsabilidad. Los errores son oportunidades de aprendizaje que nos permiten corregir y crecer.
- Introduce cambios en tu rutina diaria para evitar caer en patrones repetitivos. Descubre nuevos lugares, prueba actividades diferentes y varía tus rutinas para mantener la novedad en tu día a día.
- Presta atención a dónde diriges tu energía a lo largo del día. Enfocarte en lo positivo fortalece los aspectos de tu vida que te hacen vivir el presente. Reconoce lo bueno que tienes cada día y antes de dormir elige tres eventos que hayan hecho que el día valiera la pena.
- Permítete sentir y escucha tus emociones sin juzgarlas. La alegría, la ira, el miedo, la sorpresa, el asco y la tristeza son emociones vitales que cumplen funciones importantes en nuestra supervivencia y trascendencia.
«Pequeñas acciones diarias para mejorar nuestra salud emocional y bienestar personal»
Aquí te ofrezco algunas recomendaciones para cuidar tu bienestar personal y emocional en tu día a día: Al despertar, deja que tu respiración despierte con conciencia, y con gratitud acoge el nuevo día con una sonrisa. En el ritual del aseo matutino, encuéntrate en el espejo, salúdate con vitalidad y deja que tu sonrisa ilumine el reflejo. Es crucial sintonizar con tus emociones a lo largo de la jornada; aunque al principio pueda parecer muy complicado, con la práctica lograrás equilibrar tu ser al reconocer y reconocerte en las emociones. Otro hábito beneficioso es regalarte amor auténtico, decirte palabras de luz, respetarte, valorarte y velar por tu propio bienestar. Con el tiempo, es esencial armonizar lo que deseas con las capacidades que realmente tienes y organizarte. Y al despedir el día, permite que tres momentos del día vengan a tu memoria, son esos por los que ha merecido la pena la jornada, agradece y deja que tu sonrisa sea la melodía que despida el día. ¿Qué te parece? ¿Se te ocurren algunos más? Pues adelante.
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