Durante años nos han hecho creer que el autocuidado es opcional, un lujo, algo que te ganas cuando ya lo has dado todo. Una especie de descanso merecido después de haber cruzado todos los límites.
Cuidarte no debería ser el final del camino. Debería ser el punto de partida. No es egoísmo. No es debilidad. Es una forma de respeto hacia ti mismo. Una manera de decirte: también importo.
Porque si tú no estás bien, nada lo está del todo. Porque sostener a todos mientras tú te apagas, no es fortaleza. Es desgaste. Porque nadie puede escucharte si tú no te escuchas primero.
Nos han enseñado a aguantar, a rendir, a llegar. Pero no nos han enseñado a parar. A revisar cómo estamos. A reconocer cuándo ya es suficiente.
Y entonces pasa lo que sabes bien: vas tirando, sobreviviendo, aparentando.
Hasta que un día te das cuenta de que no sabes ni cómo llegaste ahí. Solo que estás agotado, desconectado, en automático.
Ahí es donde empieza el cambio. Cuando eliges escucharte. Cuando entiendes que el cuerpo no te pide descanso por capricho. Te lo pide porque es urgente.
Si sientes que lo necesitas, que no sabes por dónde comenzar, o que lo has intentado todo menos escucharte de verdad, escríbeme.
Mis mentorías emocionales están pensadas para eso: ayudarte a recuperar tu energía, tu calma y tu dirección.
No para que hagas más. Para que vivas mejor.
No estás agotado porque haces mucho. Estás agotado porque te olvidas de ti.
PROPUESTA PRÁCTICA para los días de verano y vacaciones:
- Haz una pausa de diez minutos. Sin móvil. Sin distracciones. Solo tú contigo.
- Siéntate en silencio y hazte esta pregunta con sinceridad: ¿Qué estoy necesitando de mí en este momento?
- No busques grandes respuestas. Solo escucha. A veces, un gesto pequeño, real y posible, puede ser el inicio de un cambio profundo.
- Cuidarte es urgente. Y este puede ser un buen momento para empezar. ¿Qué se te ocurre que puedes hacer hoy mismo? ¿Ahora mismo?
