Cada año, por estas fechas, se repite la misma historia.
Muchos se dicen:
«En septiembre empiezo de nuevo.»
«Después del verano, me organizo.»
«Cuando pase todo esto, cambiaré….»
Pero la verdad es otra: septiembre no trae un reparto de propósitos mágicos junto con la vuelta al trabajo.
Si no haces nada distinto ahora, nada cambiará después.
El verano no es solo un paréntesis para descansar del trabajo.
Es una oportunidad perfecta para reconectar contigo, porque tienes más espacio mental, menos ruido y, a veces, la distancia suficiente para mirar tu vida desde fuera.
Y si sabes aprovecharlo, puede ser el inicio de un cambio que transforme tu energía, tu motivación y tu sentido de vida.
Por qué reconectar con tu propósito lo cambia todo
Vivir sin propósito es como remar sin brújula: puedes gastar toda tu energía, pero sin llegar a ningún puerto que realmente te importe.
Cuando reconectas con tu propósito:
- Tu energía se multiplica, porque dejas de invertir en cosas que no te llenan.
- Tu motivación se vuelve estable, porque sabes para qué te levantas cada mañana.
- Tu mente se calma, porque priorizas lo esencial y sueltas el resto.
- Tus decisiones son más claras, porque tienes un criterio profundo que te guía.
El propósito no es un lujo filosófico. Es combustible vital. Y cuando lo pierdes, te apagas… aunque tu vida, desde fuera, parezca “perfecta”.
Este verano puede ser un descanso más… o puede ser el punto de inflexión que estabas esperando.
La diferencia no la marca el calendario, la marcas tú, con una decisión: dejar de esperar y empezar a vivir con sentido.
Si quieres dar ese paso con guía y un plan claro, te acompaño en con un Reseteo Vital: 8 semanas para reconectar con tu propósito y recuperar tu energía real.
Tu propósito es la gasolina de tu alma: sin él, puedes avanzar… pero nunca disfrutar el viaje.
PROPUESTA PRÁCTICA: para estas vacaciones
Te propongo un ejercicio simple, pero profundamente revelador.
Durante una semana:
Cada mañana, antes de mirar el móvil, escribe en un papel:
“Hoy me sentiría vivo si…” y completa la frase con lo primero que te salga, sin filtros.
Cada noche, pregúntate:
“¿Qué he hecho hoy que me acerque a esa sensación?”
y anótalo, aunque sea algo pequeño.
Al final de la semana, revisa tus respuestas y busca patrones.
Ahí, escondidas entre líneas, están las pistas de lo que de verdad te importa.
No se trata de encontrar la respuesta completa en una semana,
sino de empezar a escuchar lo que tu vida te lleva tiempo pidiendo.
